sábado, 28 de agosto de 2010

Cronología sentimental de Marguerite


El trazado de una vida es tan complejo como la imagen de una galaxia, decía Marguerite Yourcenar. Si la miráramos de muy cerca, advertiríamos que esos conjuntos de acontecimientos, esos encuentros percibidos sin relación entre sí, están vinculados por líneas tan tenues que al ojo le cuesta seguirlas; unas veces parece que no llevaran a ninguna parte, otras veces se prolongan más allá de la página. Esta cronología amorosa de la escritora francesa que marcó a fuerza de personajes mitológicos y heroicos la literatura del siglo XX es uno de los modos de acercarse a su galaxia, a su escritura casi siempre inspirada en tormentas pasionales y a sus modos de amar y ser amada.

1903 Nace el 18 de junio en Bruselas, Bélgica. Su madre muere pocos días después de dar a luz. Esta escena trágica y nuclear domina —acaso veladamente—, con múltiples matices y derivaciones, tanto su vida como toda su obra.

1909 Marguerite toma desde pequeña como ideal humano y femenino a Jeanne de Vietinghoff, amiga y compañera de su madre y, a la vez, gran amor de su padre, Michel de Crayencour. Más allá de este arquetipo que Jeanne asume en toda su obra, Marguerite no tendrá complacientes opiniones sobre el feminismo, ni prestará gran atención a los personajes femeninos en sus ficciones. Será acusada de rechazar a las mujeres en sus novelas y de escribir una literatura más bien misógina, “proyectada” en personajes masculinos, “parecidos a los hombres que ama sin esperanza en la vida real: hombres a los que las mujeres no les interesan en lo más mínimo”.

1919 Su padre le regala en Navidad la propuesta de publicar su poema “Icaro”. había que buscar un nombre de escritora. Juntos juegan “a los anagramas” con el apellido Crayencour y se deciden por Yourcenar. De nombre eligen Marg, “liberado del indicio que lo feminiza”, y, a la vez, según ella misma, “curioso nombre andrógino que neutraliza misteriosamente su identidad sexual”. Como Marg Yourcenar firmará todas sus obras hasta la muerte de su padre.

1923 Tiene veinte años y se siente por primera vez perturbada por el encuentro con un joven “que le pareció diferente de los demás”. Acostumbrada a vivir junto a su padre —un hombre que “no puede arreglárselas sin mujeres”—, la conmoción vendrá del reconocimiento de que el editor André Fraigneau es “un hombre que ama a los hombres”. Al comienzo de la relación es el propio padre mujeriego contumaz quien la tranquiliza, explicándole que en materia de preferencias sensuales “nada es insólito o inaceptable”. De André Fraigneau, también escritor —y con quien Marguerite emprenderá desde su juventud una suerte de competencia intelectual—, la escritora tomará la estructura triangular de sus personajes donde generalmente dos hombres terminan por descubrir “que se aman a costa de una mujer simbólicamente eliminada”. En 1936 publica el libro más personal de su primera etapa, Fuegos, en el que “describe” la desgraciada pasión que experimentó por su amado homosexual. “Nuestro comercio con otro no tiene sino su tiempo; cesa una vez que se obtiene la satisfacción, se sabe la lección, se cumple el servicio, se termina la obra. Lo que era capaz de decir fue dicho; lo que podría aprender fue aprendido. Ocupémonos por un tiempo de otros trabajos.”

1929 Publica Alexis o el tratado del inútil combate, en el que cuenta la historia de un hombre joven, recientemente casado, que al constatar que “su homosexualidad es un hecho”, decide escribirle a su mujer, en el momento de dejarla, explicándole los motivos de por qué la abandona.

1932 Emprende su primer viaje a su país de elección, Grecia: patria de los Dioses y de los Poetas, patria de Safo y patria de “los hombres que aman a los hombres”. En ese mismo año publica Ariadna y el aventurero, donde aparece por vez primera su fascinación por la historia del laberinto y el Minotauro, que es, además, la matriz de muchas de sus revisitaciones al mito, como la que puede leerse en la ejemplar ¿Quién no tiene su propio Minotauro? (1960). En Ariadna —más allá de un Teseo abiertamente bisexual, como casi todos los personajes de sus novelas—, en la bodega del barco que conduce a las víctimas del monstruo, los jóvenes prisioneros fantasean con su verdugo, “según la diversidad de sus preferencias sexuales”: “Un joven lo imagina similar a su amante; una muchacha, como el novio de su vecina; otra muchacha, a imagen y semejanza de la hermosa Attys, a quien amaba; otro hombre, como su bienamado”.

1935 Navega por las islas griegas y por el mar Negro en compañía del mitólogo y poeta surrealista —e introductor del psicoanálisis en Grecia—, Andréas Embirikos, su amante y amigo. Andréas es un joven cosmopolita, hijo de una rica familia griega de armadores del Pireo, que “ama a las mujeres” y que busca en la joven francesa a su musa personal. Marguerite le dedica las fábulas de Cuentos orientales (1938), donde no sólo acepta que “el deseo puede llegar a arder” sino donde reconoce que las pasiones irresueltas provocan sufrimientos violentos. Marguerite confesará más tarde a Mathieu Galey: “En la pasión está el deseo de satisfacerse, de saciar, a veces de dirigir, de dominar a otro ser. En el amor, por el contrario, hay abnegación (...). La pasión es más bien del orden de la agresividad que de la abnegación”.

1936 Prueba un cambio. Junto a su íntima amiga Nelly Liambey, hace lo posible para masculinizar su rostro con un corte a la garçonne, a llevar pantalones y a fumar “con determinación poco femenina”. Vestida de ese modo asiste a las tertulias y a los “concertados encuentros” en los bares lésbicos del París gay, el “The Columbin” de la rue Mont-Thabot y el “Wagram” en la rue de Rivoli. A su vez emprende –a modo de autorrevelación– la tarea de traducir al poeta griego Kostantin Kavafis, muy pronto considerado un icono insoslayable de la cultura gay.

1937 Conoce en París una noche de invierno a la docente norteamericana Grace Friks, la mujer “con rasgos de joven sibila”. Según la versión de Jerry Wilson —compañero de Marguerite en su vejez—, Grace invitó descaradamente —tal vez el único y crucial descaro de toda su vida— a mademoiselle Yourcenar a “visitar” América. A partir de este encuentro, Marguerite y Grace sostendrán una “relación” que se prolongará por más de cincuenta años, unión que Marguerite siempre calificó basada en “mirar juntas en la misma dirección”. Florence Codman, amiga de ambas, confesó: “Grace estaba loca por Marguerite y creo que siguió estándolo. Para Marguerite, a lo largo de los años se transformó en un buen matrimonio, creo. Sin la menor duda, un matrimonio”. Más allá de que Grace ha sido considerada por muchos “la sombra” de Marguerite o “esa mujer oscura” –causante de su exilio, alejamiento o acaso “expatriación” en los Estados Unidos–, toda la “vida práctica y la organización material” de Yourcenar recayó en la persona de Grace durante todo el tiempo que vivieron juntas. Según una de sus biógrafas, Marguerite siempre sobre valoró la suerte de los “machos” –de sus colegas, los escritores hombres–, de tener a disposición “una mujer en la cocina y en la intendencia”.

1938 Pasa la segunda mitad de este año junto a su amante, la hermosa Lucy Kyriakos —de estado civil casada—, que morirá dos años después durante el bombardeo de Janina. Lucy —“esa griega morena de ojos azules”— fue importante en el corazón de Marguerite, más allá de “haber trabado” ya una relación con Grace. Más de treinta años después, en los papeles íntimos de Marguerite se encontró, entre las fechas de nacimiento y muerte de personas queridas y personajes de ficción, una brevísima esquela donde se lee: “Domingo de Ramos: muerte de Lucy”, a quien también recuerda en cada festividad de Santa Lucía, virgen y mártir. Tiene menos de 40 años y se ha enamorado peridamnete de un gay, un heterosexual, una lesbiana y una mujer casada. Como mínimo. Según Michèle Sarde, para Marguerite “el amor no tiene género, no tiene más que un cuerpo y ese cuerpo está igualmente imantado por la belleza, toda la belleza, sea que tome la forma curva de un seno de mujer o la línea dura de un muslo de jovencito”.

1939 Decide aceptar la invitación y reunirse con su amiga Grace —a quien ella llama con el tierno diminutivo de Grete en algunas agendas— del otro lado del Atlántico, en su primer encuentro con el Nuevo Mundo, ante el “admirable verano indio” de Connecticut en otoño. Al embarcarse, Marguerite —que, de alguna manera huye del horror de la Segunda Guerra— no sabe, desconociendo “las extraordinarias carambolas del azar y de la elección”, que ese viaje de pocos meses se transformará en un alejamiento de once años, para instalarse en el país donde “escribirá” todas aquellas grandes obras por las cuales hoy es conocida en todo el mundo, obras que estaban todas ya, de manera incipiente, en sus obras de juventud: “El hecho es que conocí muy joven a la mayoría de los personajes reales o imaginarios que iban a ocuparme toda la vida...”, confiesa. Antes de partir, Marguerite deja —en sendos baúles en el hotel Meurice de Lausana— algunos objetos salvados del “naufragio” —específicamente de la dilapidación de la fortuna familiar a cargo de su padre— y, en especial, la última versión del manuscrito de Adriano que, una década después, se transformará en su obra mayor.

1940 Marguerite recibe con pasmosa regularidad, durante los primeros años de su “exilio” americano, cartas del poeta Jean-Paul de Dadelsen, que “sueña” con ella: “Si está en la cama con una tostada en la mano, no tema decírmelo. Mire, la beso sin siquiera pedirle permiso: puede siempre elegir que fuera en las mejillas o en el escote de sus ropas de sueño. Estoy tan lejos en el espacio como el auriga en el pasado; invierta los términos y suponga que es un beso que le llega del fondo de las edades, a menos que venga a su encuentro desde la orilla del futuro”. Aún no sabemos si Marguerite le leyó estas misivas a su compañera.

1948 Marguerite y Grace empiezan a visitar casas para vivir juntas en los alrededores de la isla de Mount Désert, condado de Maine, “iluminado por la aurora boreal”. En 1950 finalmente adquieren la “casita de ensueño” de Northeast Harbor, bautizada como “Petit Plaisance”, donde juntas pasarán el resto de sus vidas.

1949 Marguerite recibe los baúles que había dejado en la Europa en guerra, de donde exhuma el antiguo borrador de lo que será Memorias de Adriano, viejo “proyecto” que había iniciado en 1924. En esta obra aplica lo que ella llama una magia simpática, método místico que consiste en poner un pie en la erudición y otro en el arte “de transportarse en pensamiento al interior de alguien”. Grace colabora más que activamente en el trabajo de corrección y de revisión del manuscrito final, aceptado por la editorial Plon. De alguna manera, Adriano será el “hijo” de “la familia que forman”. Como un efecto indeseado, Adriano —ese hijo en común— no hará otra cosa, “en su fulgurante estela”, que alejarla cada vez más de una Grace que ha empezado a envejecer debido a las amenazas de un cáncer. A partir de la década del ‘50, Marguerite renuncia a sus cargos como “profesora de Literatura francesa e italiana” en universidades locales; será Grace quien la mantendrá económicamente desde ese momento y hasta que las cifras de los derechos de autor les permitan consolidar una posición: “Desde hace un año –escribe en 1951–, la infinita solicitud de la amiga con la cual vivo (...) me permitió renunciar temporariamente a mi trabajo”.

1974 Marguerite reconoce que la salud de Grace ha empeorado de manera definitiva: un cáncer generalizado del sistema linfático ataca todo su cuerpo; Marguerite reconoce la prueba que la espera al “ver a un ser humano lentamente destruido por una enfermedad terrible”. A modo de desafío —o de último desafío—, Grace se empeña en pasar un mes polar en Alaska (“viaje admirable, pero angustioso”). Recién el último año de la enfermedad de Grace, Marguerite se permitió reconocer en varias cartas que su compañera es “demasiado sajona para confiarme sus verdaderos sentimientos”. Por su parte, más allá de su estado muy debilitado, y sin delegar jamás el seguimiento de la vida y de la escritura de Marguerite, Grace escribe poemas —tal vez de “cólera y de desesperación”— donde, refiriéndose a Marguerite bajo el nombre de Gertrude —“dama altiva y bien peinada, que no tose ni estornuda, ni siquiera en las islas Hébridas” y que alude a la escritora norteamericana Gertrude Stein y a su relación de pareja con Alice Toklas—, se permite, luego de años tal vez de “íntima frustración”, ridiculizar a ese “modelo de perfección” que ella misma contribuyó a crear: “¿Quién tiene aspecto agotado / y se abandona a la desesperación / cuando ‘tout reste à faire’? / Gertrude no”.


1979
Marguerite puso, a modo de íntima ceremonia, en la cabecera de la cama de su compañera, una pequeña cajita de música que toca un aria de Haydn; horas más tarde, cuando la enfermera le confirmó el deceso, abrió de par en par la ventana para permitir que “su espíritu se fuera”. “En cada momento de la vida se puede reinventar un rito. La muerte tiene sus jardines”, confesó.

1980 Marguerite acepta —apenas un año después de la muerte de Grace— la compañía de un joven fotógrafo americano, Jerry Wilson, que había conocido a mediados de la década del ‘70. Marguerite declara: “Con Jerry, el sol entra en mi casa”. Jerry es para Marguerite el prototipo del golden boy alegre y jovial. Con Jerry —y en muchos casos con Daniel, íntimo amigo de Jerry, con quien constituyen junto a Marguerite “un singular trío”—, la escritora, transformada en “vieja dama indigna”, no se resistirá a las más que insólitas demandas de su compañero –incluidas grandes sumas de dinero– y a aceptar emprender, en su vejez, agotadores pero gozosos viajes al Japón, a la India, al Africa, a América Central, a Tailandia, a Marruecos, a Egipto y, una vez más, a Grecia, su “patria bienamada”. “¿Quien aceptaría morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta por la prisión?”, dirá. Más allá de las diferencias de edad —tal vez fruto de una verdadera y última “infatuación”, acaso como la infatuación que el emperador Adriano sintió por el joven Antinoo—, es tan fuerte la “experiencia de renovación” que Jerry le transmite que “la anciana dama” declara a un íntimo amigo: “Finalmente he conocido al hombre de mi vida”. Los signos de singular pasión exceden lo íntimo: Marguerite le dedica a Jerry su libro Un hombre oscuro (1982), quizá su testamento literario. Marguerite publica a comienzos de la década del ‘80 una personal lectura de la vida y de la obra del escritor japonés Yukio Mishima; en ella destaca que, dos años antes de su muerte (bajo el rito del seppuku), un nuevo personaje irrumpió locamente en la vida del escritor: el joven Morita, de veintiún años de edad, guapo, provinciano y rechoncho que —como Jerry con Marguerite, o viceversa— corría al escritor siguiéndolo “por todas partes como una prometida”.


1986
A pocos años de ser recibida con honores bajo la Coupole, es la primera mujer en integrar la Academia Francesa de Letras desde su creación, en 1634. Marguerite llora a Jerry, su joven “amigo”, víctima del sida y fallecido en el hospital Laennec de París a los treinta y un años.

1987 Se muere de un ataque al corazón el 17 de diciembre.

2037 La escritora estipuló que cincuenta años después de su muerte se abran sus archivos privados del material, que incluye los diarios íntimos y su correspondencia amorosa, precintados y custodiados por la Houghton Library de la Universidad de Harvard. Faltan veintisiete años aún para que tal vez la íntima verdad de la vida sentimental y amorosa de Marguerite Yourcenar sea revelada.

Walter Romero

Algunas pistas

Su entrada a la Academia Francesa (1980), como primera mujer en ingresar a la institución creada en 1634, significó la reivindicación de una escritura que siempre se encargó de establecer distancias con su lector, y si bien se manifiesta como clásica en el orden formal y en el abordaje de temas, establece puentes innegables con nuestro tiempo y sus problemas. La “actualización” de su obra proviene de la importancia que sus novelas le han dado, sin más, a la interioridad y a un catálogo más que inquietante de componentes, temas, atmósferas sexuales.

Su obra parece no estar atravesada por las modulaciones de su época ni de la coyuntura; el suyo es más bien un depurado diálogo con la Antigüedad y con la gran tradición de la literatura francesa. En sus novelas históricas, o “lo que puede denominarse así”, la impronta de los rasgos sagrados y espirituales de sus personajes (Adriano o Zenón) es un modo de defraudar sistemáticamente la voluntad y la acción de sujetos librados al peso de sus conciencias.

En su indagación del universo masculino los personajes femeninos quedan relegados a meras entelequias bajo el orden de andros en una de las más originales modalidades de la voz de una escritora. Yourcenar rescata a las mujeres que desde su corporalidad o desde su carácter asumen la forma del andrógino, y alumbra de este modo universos de homoerotismo y de bisexualidad.

El hedonista Adriano (Memorias de Adriano), seguidor de Epicuro, intenta la conciliación del placer con la virtud romana y las enseñanzas estoicas. La novela, que reinventa sus reflexiones y sus cartas, es una reconstrucción de ese “desde adentro”, o bien la reconstrucción de un mundo interior que se puede leer como refutación: lo que de verdad cuenta nunca aparecerá en las biografías ni en los manuales.

Uno de sus últimos libros, Como el agua que fluye (1982) está compuesto por tres relatos ambientados en el siglo XVI entre Italia y Flandes. El primero, “Ana Soror” coloca en escena una perturbadora relación de amor entre un hermano y una hermana en la Nápoles de la Contrarreforma. El delicado erotismo no ahorra reverberaciones bíblicas. La segunda pieza, la nouvelle “Un hombre oscuro”, es considerada por la crítica su testamento espiritual. La atmósfera balzaciana y stendhaliana parece reintegrar su obra a la gran tradición de la literatura francesa.

En Panorama de la literatura francesa contemporánea, Santiago Arcos Editor, Bs. As., 2009.


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lunes, 2 de agosto de 2010

Un mercado que sale del closet


Cada vez más empresas están interesadas en el mercado para gays y lesbianas que, se supone, viajarán en mayor cantidad a la Argentina, considerada destino gay friendly desde la sanción de la ley. Los expertos del sector ya hacen encuestas y elaboran estrategias sobre gustos e intereses.

En la madrugada del 15 de julio, mientras la noche en el Senado parecía infinita a fuerza de discursos en debate, un sector comercial no podía creer lo que veía venir. A menos de una semana de hacer su presentación en sociedad, la Cámara de Comercio Gay & Lésbica de Argentina (Ccglar) comprendía que el panorama podía cambiar casi radicalmente para los negocios. Un día después, la intuición cobró cuerpo. “Ya al día siguiente de votarse la ley, algo cambió en la mentalidad de los empresarios y la gente. El hecho de que en el Congreso, en los diarios y la tele, en todos lados, se diga gay, lesbiana y trans, con todas las letras, que se hable con respeto y exigiendo igualdad, que casi todas las semanas fuera tema de debate, y que además terminara ganando la opción que defiende los derechos de esas personas”, bueno, todo eso habilitó algo. De alguna manera dio el permiso a esas personas que se escudaban en el prejuicio. Es como si a partir de eso dijeran “ya es ley, somos iguales, de acuerdo.” O “si la Presidenta, la televisión, la ley lo dicen, será así”. Pablo de Luca, que preside la entidad, lo dice por la evidencia: empresas que venían resistiéndose a asociar su imagen al mundo LGBT llamaban para saber cómo podían acomodarse a los tiempos que corren. “Eran las mismas personas a las que visitábamos para decirles que ‘en Bélgica o España, tu empresa promociona en nuestro segmento’ y que nos respondían ‘sí, pero en Argentina no nos animamos’.”

Podría pensarse que, con los indicios de lo que recién comienza y ya empieza a prever barullo, el dicho podría dejar de afirmar que sólo el dinero convoca al dinero: de momento, es sólo la expectativa y las proyecciones de lo que una nueva legalidad sobre igualdad podría aparejar. Las cuentas ni son pocas ni suenan pesimistas; como se sabe, el mercado no regala nada.

El arte de inventar espejos
“Si conocés personas gays, sabés que el 90 por ciento no somos como nos pintan la mayoría de las veces. El otro día, viendo una revista que incluía publicidades para atraer público LGBT, una amiga lesbiana señalaba las fotos y decía: ‘Pero mirá esas uñas, mirá esas chicas, ¡nosotras no somos así!’. Y tenía razón. Es como cuando te muestran al varón gay y está todo depilado hasta las cejas. En realidad somos otra cosa y estamos integrados. Somos tu abogado, el maestro de tus hijos, el colectivero. Así somos.” Con esas palabras, De Luca define el mercado que intenta delinear y del que –a la vez– forma parte junto con su pareja y socio en los negocios, Gustavo Noguera. Desde hace cinco años ambos editan GMaps, la pequeña revista de distribución gratuita que guía por la vida LGBT porteña a locales y turistas. De la revista, que tiene versión Miami desde 2007 y otra marplatense desde 2009, nació una red regional. Por eso recorrieron América latina rastreando posibles nichos de mercado, algo que necesariamente venía de la mano de una evaluación: ¿Esa ciudad, ese país, es respetuoso de la identidad LGBT? “Y hablo de respeto, no de tolerancia: a mí me tienen que respetar, no tolerar. Habrá gente que no lo hace, como la del Opus Dei, pero tampoco ellos quiero que me toleren.”

Y porque el respeto nace de, al menos, cierto manejo de información, De Luca y Noguera, de tanto en tanto, viajan para dar talleres. Reúnen personas de empresas locales para todo público y otras específicamente dedicadas al mundo del turismo, todas previamente interesadas en abordar el mercado gay. “Les pasamos fotos de mujeres y varones y les pedimos que nos digan si reconocen a gays y lesbianas de heterosexuales. En el 90 por ciento de los casos se equivocan, porque es clarísimo que sus ideas se basan en estereotipos. Es realmente una ocasión para reírnos del prejuicio que tienen las personas. Y no son los únicos. Generalmente los comunicadores heterosexuales que tienen prejuicios sobre la población LGBT nos hablan desde el prejuicio. Es tanto así que una de las chicas que trabajan sobre marketing para lesbianas el otro día preguntaba: ‘¿Qué es más rápido que la luz? El tiempo que le lleva a una lesbiana darse cuenta de que las chicas de la publicidad son dos modelos heterosexuales que no tienen ni idea de por qué están en esa foto’. Es así.”

El prejuicio, acota De Luca, es tan evidente que puede resumirse en pocas ideas: “Se dice que el hombre gay es glamoroso y urbano, compra perfumes y ropa cara, y que a la mujer lesbiana le gusta irse de campamento con un hacha en la mano”. Pero los números, más que insinuar, describen claramente otras cosas. Por empezar, tanto ellos como ellas gastan un promedio de 200 dólares diarios (contra los 130 promedio de las y los heterosexuales), y tanto eligen hacerlo en Buenos Aires como, en menor medida, en destinos del interior del país.

No hay datos disponibles de 2009 porque la epidemia de gripe H1N1 desdibujó el turismo mundial, pero en 2008, de los 2.700.000 turistas llegados a Argentina, casi 500 mil eran LGBT, es decir, un 17,8 por ciento del total. Esas personas gastaron unos mil cien millones de dólares en distintos rubros de la actividad turística y posiblemente los registros superen la cifra al cerrar 2010. De hecho, la tendencia observada hasta el momento permite aventurar que, para fin de año, habrán pasado cinco millones de turistas extranjeros por el país, según explicó el ministro de Turismo Enrique Meyer a este diario. “Hoy, en especial desde la sanción de la ley de matrimonio, Buenos Aires es reconocida mundialmente como una ciudad gay friendly y algunos destinos del interior se van acoplando –explicó Meyer–, por lo que un porcentaje importante de esas visitas posiblemente venga en busca de turismo gay friendly este año y todavía más el siguiente.”

En su entusiasmo, De Luca analiza estas cifras proyectando experiencias de años anteriores y arroja un número sorprendente: “Entre 800 y 900 mil de esos turistas serán LGBT, y llegan en un mismo porcentaje varones que mujeres”.

Como sucede con otros públicos, el 70 por ciento de quienes arriban al país permanece fundamentalmente en la ciudad de Buenos Aires, con eventuales paseos por el interior de la provincia. “Desde el punto de vista gay, es más atractiva Buenos Aires que el interior. ¿La principal razón? Es que, como producto, la ciudad es genial: hay cultura, historia, gastronomía, vinos, precios más baratos que en otras ciudades. A las chicas les gustan las chicas argentinas; a los chicos, los chicos argentinos. En serio, no hay que descartarlo: eso es una de las motivaciones.”

Un ranking elaborado por la cámara dice que en primer lugar las y los turistas LGBT llegan en busca de recorridas gastronómicas. Casi tanto como ese rubro influye el deseo de dar con “vida de barrios gays. Saben que acá no hay algo tan consolidado como el Marais de París, o Chueca, en Madrid, pero sí les gustan Palermo, Recoleta y San Telmo”. En tercer lugar, “como a cualquier otro tipo de público turístico”, les gusta la actividad cultural y la vida cotidiana de la ciudad: conocer el Malba, sentarse en Plaza Dorrego. Recién en cuarto lugar se ubica el gusto por “la vida nocturna específicamente gay o lesbiana, aunque en eso las chicas están en desventaja, porque hay mucho más para varones”. En quinto, la asistencia a espectáculos y la oportunidad de hacer compras están empatadas.

Si una diferencia podría trazarse entre turistas gays y lesbianas, en experiencia de De Luca, radica en “las motivaciones” que unos y otras tienen para gastar su dinero. En el 30 por ciento que decide recorrer el interior del país, predominan las lesbianas. “Las chicas decían que, por un lado, hay como otra conciencia ecológica, y, por otro, que las ganas de vivir nuevas experiencias alternan con las ganas de consumir. Como que pueden hacer las dos cosas. Lo mismo pasa con la vida nocturna: ellas salen tanto como los chicos, pero no hay tanta oferta en Buenos Aires para ellas. Los varones tienen cinco, seis veces más oferta.” En cualquier caso, tanto gays como lesbianas registran estadías más prolongadas que el turismo heterosexual (entre 10 y 12 días en el primer caso, entre 6 y 8 en el segundo). Y definitivamente “el gay no compra gay, una persona LGBT no quiere ghetto, sino integración y respeto”.

Memorias del futuro
Como sucede de tanto en tanto con el mercado de las solteras y los solteros, el sentido común aplicado al marketing puede enredarse en estereotipos que, a la corta más que a la larga, le impidan ver más allá de las páginas satinadas o los segundos preciosos de la tele. El lugar común homologa a las parejas de gays y lesbianas con pequeñas sociedades ricachonas y hedonistas, capaces de ver como un despropósito el tener descendencia. Por eso mismo, gozarían de buenos ingresos y disfrutarían derrochándolos en distintas formas de la autoindulgencia. Y, sin embargo, esa categoría más conocida como dink (double income no kids: doble ingreso, sin niños) lentamente va perdiendo primacía.

“En unos años esa idea va a desaparecer del todo. Hoy, por ejemplo, en Gran Bretaña una de cada cinco parejas de chicas tiene hijos. Es el 20 por ciento. Menciono el caso inglés porque acá no lo tenemos medido todavía, pero el dato es reciente, de 2009. Quiere decir que si una de cada cinco parejas tiene hijos, la categoría dink se achicó y ahora, en vez de casi el 100, abarca el 80 por ciento del mercado. Si la tendencia se sostiene, algo muy posible con el matrimonio igualitario y la posibilidad de la adopción plena, en el futuro el segmento dink podría ir reduciéndose hasta ser el 40, el 20 por ciento. Por eso el enfoque de dink no corre tanto. Sí creo que las compañías tienen que seguir enfocando en minorías como gays, lesbianas o trans, pero no pensando en que gastan más, sino hablándoles correctamente.”

Sin ir más lejos, de eso y aledaños se habló durante tres días (el primero de ellos, en una coincidencia casi mágica, precisamente el mismo en que la presidenta Cristina Fernández promulgó la ley) en la 3ª Conferencia Internacional de Marketing y Turismo LGBT, organizada por la Ccglar y acompañada por más empresas que los años anteriores. De la inauguración participaron el ministro de Turismo Meyer y el ministro porteño Hernán Lombardi; las jornadas fueron animadas por 26 conferenciantes, de Argentina y otros 7 países, y presenciadas por representantes de nueve medios LGBT internacionales.

Días antes de la sanción de la ley de matrimonio igualitario, el dirigente del PSOE Pedro Zerolo recordaba, en diálogo con esta cronista, lo que había sucedido en la última Marcha del Orgullo: un millón de personas celebraron por las calles de Madrid. Se trataba de un clarísimo correlato de lo que había significado para España, pero también para la sociedad europea, el impacto del matrimonio entendido como derecho y posibilidad para todas las personas, explicaba. “Y trae beneficios económicos.” Tal vez por ello, y con el recuerdo fresco de cómo había crecido la cantidad de asistentes el año pasado, la expectativa ante lo que pueda suceder en noviembre, durante la primera Marcha del Orgullo realizada bajo la nueva ley de matrimonio, está en alza.

Soledad Vallejos

“Habrá un aprovechamiento comercial”

“En la oferta turística de Buenos Aires hacia el mundo ya aparecía ese nicho específico de mercado LGBT, era muy notorio en San Telmo. Pero ahora, con esta legitimación que da la ley de matrimonio, se lo empieza a aprovechar comercialmente todavía más”, observa ante las primeras evidencias la socióloga Ana Wortman. Investigadora del Instituto Gino Germani y titular, en la UBA, de la cátedra Individuo y sociedad de consumo, Wortman propone lecturas de series históricas para dar cuenta de alianzas no siempre tan evidentes entre identidades políticas, mercado e integración.

–Hay que recordar lo que pasó y pasa con el tema de los derechos de las mujeres: también de eso se apropió la publicidad. En muchas de las actuales publicidades destinadas a las mujeres aparece el discurso sobre la mujer moderna, que es madre y trabajadora. Por su propia lógica, la publicidad vacía del contenido de lucha política que estaba en el origen de esos valores, toma el significante pero no su contenido. Esto ya había aparecido como fenómeno con el tema de la juventud, también: en los ’50 y ’60, apareció como un movimiento contracultural, y después del Mayo Francés, ya en los ’70, en el marco de la crisis del capitalismo y la reformulación del sistema capitalista, el discurso publicitario se apropió de las consignas juveniles. “La imaginación al poder”, “jóvenes,vayan para adelante”, todas esas son consignas que fueron tomadas por la publicidad y la sociedad del consumo. Y hoy mismo, cuando uno ve las publicidades destinadas a los jóvenes, que son el mercado más consumista, se encuentra con que le resuenan frases que tenían carga política y, con el tiempo y los usos, fueron vaciadas del contenido de lucha que teníancuando se fundaron. Es una lógica de mercantilización de la cultura, sin que eso signifique necesariamente algo negativo.

–Cuando el mercado reconoce que en la sociedad existe un determinado sujeto político, su manera de legitimarlo y asumir que tiene identidad es darle un nicho propio.

–Sí, y al pasar eso, ese sujeto político se despolitiza, se vacía del conflicto que le dio lugar a su existencia. Diría que se banaliza, pero no quisiera darle un tono moral a esa expresión.

–¿Pero sí podría pensarse que es la manera que tiene el mercado de reconocer que esas personas existen?

–Sí, es como el mercado reconoce la diferencia. Entonces, cuando empiecen las publicidades destinadas al mercado LGBT seguramente van a saltar los católicos hiperconservadores a decir su discurso anticonsumo, moralista, a alegar que el bien o la felicidad de las personas reside exclusivamente en los valores, la familia, lo inmaterial, el matrimonio entendido como algo sagrado. Pero no puede perderse de vista otra perspectiva. Para Marx, el capitalismo supuso una transformación, así que tal vez no esté mal la comercialización de esas nuevas identidades. En una de ésas, también es una manera de lucha, de enfrentar ese discurso conservador, reaccionario. No todo lo que propone el capitalismo es malo; tiene que ver con la modernidad y la libertad. No olvidemos que fue el cambio posible para salir de la Edad Media: el capitalismo en ese momento vino a liberar las conciencias. El tema es cuando por libertad se entiende sólo la libertad de compra, se extiende y genera desigualdad.

–Más allá del mercado que se vaya constituyendo en los hechos, ¿cree posible que la publicidad argentina tome estas transformaciones en el corto plazo?

–En realidad, en Argentina llama la atención la distancia cultural que tienen las publicidades con respecto a los cambios sociales. Tal vez la gente no le preste tanta atención como creemos, porque si no cómo se entiende que sigamos con esas publicidades en las que se ven familias Ingalls, donde el jabón en polvo y otros productos de limpieza se asocian exclusivamente con las mujeres, y después, cuando aparece una mesa familiar, están mamá, papá y los nenes chiquitos. Llama la atención porque Argentina, como otros países, tiene una alta tasa de divorcios, hay muchas mujeres jefas de hogar... Sólo en 2001 hubo un pequeño corrimiento de ese eje, pero enseguida regresaron esas imágenes de mujeres que no trabajan y viven en departamentos gigantes, por ejemplo. Es raro ese discurso: en él no aparece nada que refiera a estos cambios culturales o los debates políticos. Pero en cuanto el mercado termine de confirmar que sí hay un nicho y consumos, la publicidad posiblemente cambie. Los argentinos son bastante vivos para esas cosas. Ya nadie se va a acordar de los prejuicios, de lo sagrado del matrimonio y todas esas cosas. Se va a pensar, simplemente, “a ver cómo podemos zafar, aprovechemos”.


El perfil del consumo gay

En la Conferencia Internacional de Marketing y Turismo LGBT se presentó una encuesta realizada en América latina entre gays y lesbianas, potenciales turistas. Cuando se habla de edad, el 40 por ciento tiene entre 25 y 34 años; el 20 por ciento tiene entre 35 y 44 años; el 29,75 por ciento tiene entre 18 y 24 años y el 7 por ciento tiene entre 45 y 54 años.

De los encuestados, el 73 por ciento vive en ciudades con más de un millón de habitantes, el 16,5 por ciento en ciudades con más de cien mil habitantes; el 5 por ciento en grandes ciudades y el resto, en pueblos pequeños.

En lo que refiere a la vida laboral, el 28,5 por ciento son profesionales; el 20,5 por ciento son estudiantes; el 11 por ciento trabaja en administración y el 3 por ciento se encuentra sin empleo.

En cuanto a la vida en pareja, el 52 por ciento de la población LGBT está en pareja y comprometida de alguna manera. La relación lleva entre 3 y 25 años en el 32 por ciento de los casos; en el 13 por ciento, tiene un año o más. El 45 por ciento no está en pareja.

Respecto de indicios de discriminación registrados en los últimos 12 meses, por el solo hecho de pertenecer a la comunidad LGBT, el 52 por ciento fue víctima de acoso verbal; el 13 por ciento padeció algún tipo de acoso por parte de los vecinos; el 11 por ciento sufrió algún tipo de denegación de bienes o servicios y el 3 por ciento padeció violencia física.

Acerca de las compras, entre dos productos de idénticas calidades, al enterarse de que la empresa detrás de uno de ellos capacita a su staff para atender mejor a gays y lesbianas, el 30 por ciento definitivamente inclina su compra a favor de esa empresa y el 25 por ciento posiblemente lo haga.


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