sábado, 25 de octubre de 2008

Vivian Scalizza: Orgullo extra large


Como integrante de las Blacanblus, Viviana Scalizza gozó de las mieles del éxito en los agitados ’90, de los calzones que le tiraban sus fans y de largas noches a las que seguía la resaca. Ya más tranquila, pero igualmente cerca de la música, esta mujer contundente sabe que hay discriminaciones que no se nombran, pero que igual están en demasiadas bocas.

¿Cómo fue tu coming out público?

–Por un periodista se enteraron todos de que era torta; era una nota al grupo –Blacanblus– para la revista Viva, era la re nota, y el tipo muy hábil, que nos la hizo por separado, lograba meterse en rincones que nosotras no queríamos. Yo no tenía historia en hablar de mi sexualidad. En mi familia todos sabían, así que no me importaba, pero le dije al periodista: “Mirá, sí, soy lesbiana, pero no lo pongas, porque yo hago música y no quiero trascender por mi sexualidad”. Y el tipo no lo puso, pero en la nota, alucinante, donde nos elogiaba mucho, una de las cosas que elogiaba era el hecho de que las cuatro teníamos algo que nos distinguía como diferentes: una negra, otra descendiente de indios, la otra judía y la otra homosexual. Entonces vos mirabas la foto con los nombres abajo, y por descarte la torta era yo. Y así se supo. Tampoco me importó.

¿Por qué le dijiste “yo no quiero trascender por eso”?

–Digamos, a mí me jode mezclar tanto, cuando el arte deja de ser arte para ser “arte de”. El arte es arte, la música es música, no importa quién la haga. No me interesaba ir por ese lado.

¿Y no te parece importante que las lesbianas salgan del closet por un tema de visibilidad?

–Yo estuve pensando sobre ese tema, me lo puse a pensar en estos días. El único músico que conozco que dijo “soy gay”, y cantó una canción gay, fue Leo García. Mujeres, en cambio, tenés unas cuantas: Sandra, Celeste, Marilina, yo misma, salvando las distancias. Otros personajes dentro de la música yo no conozco. Conozco más mujeres que salieron con la bandera “soy lesbiana” que varones que salieron con el “sí, soy gay”. No conozco varones, excepto Leo, como te decía, que haya cantado nada con el hecho de ser gay.

Y vos, cuando cantás, ¿lo hacés con algo que tenga que ver con eso?

–No. Probablemente no les cambio el género a algunas canciones compuestas por varones heterosexuales, como hacen otras mujeres, porque a mí me queda bien cantarla de esa forma. Pero me gusta cantar sobre otras temáticas.

¿Por ejemplo?

–Me puse a hacer un repertorio que a mí me gusta, buscando canciones inéditas, porque no soy compositora. Y después me gusta hacer mi repertorio de blues y rock tradicional. Igual, hago lo que a mí me gusta: por ejemplo, blues tradicional, que está en inglés, y a veces la gente me ha dicho: “¿Por qué cantás en inglés?”; y bueno, es negro spiritual, está en inglés, no puedo cantarlo en castellano.
¿Y en qué andás ahora con la música?

–Haciendo coros con una banda que se llama Los Gangsters y haciendo música celta. Los Gangsters me divierten. Y también dando clases de música por mi barrio, Castelar.

¿Tu público es de mujeres?

–Y sí... vienen desde las Blacanblus, cuando tocábamos levantabas la cabeza y veías muchísimas mujeres y muchísimas lesbianas. A partir de mi coming out, aparecen aún más. Y las mujeres se animaban a acercarse, los varones eran más tímidos. Las mujeres eran muy lanzadas. La mujer es más lanzada, nunca vi un tipo tirando un calzón.

¿Tuviste fans de esas que tiran calzones?

–Malas experiencias... tuve un romance, una amante, una especie de groupie, completamente loca, de atar. Yo tampoco estaba bien, una época de mucha locura, mucho rock and roll. Tuve mi época difícil cuando vivía en Capital, donde hay cosas mucho más cerca y te las ofrecen más fácilmente. También salí con una chica que estuvo durante 10 años mirándome en los shows, enamorada, mientras yo tocaba, hasta que un día se encontró conmigo, y me había idealizado, y yo idealicé la relación, me enamoré del oasis que ella representaba y terminé hecha pelota. No llegó al año esa relación, pero fue mi primera “relación sana”, después de años de relaciones de alcohol, como mi vida en esos momentos.

¿Es un estigma rockero el tema de pasar por el reviente?

–Hay un mito de que las drogas te potencian la creatividad. Lo que una no tiene no te lo da una droga. No les podemos adjudicar lo que no les corresponde. Es mentira; si te cantás todo no es porque te tomaste una botella de whisky, lo hacés porque lo hacés. De todas formas, nuestro auge como banda fue en los ’90, donde todo el mundo andaba con el papel en el bolsillo.

¿Te arrepentís del descontrol?

–Lo que hice lo hice, y lo que no hice ya lo haré. Pero me arrepiento de las drogas, siento que malgasté el mejor momento de mi carrera, y mucho tiempo; y si no hubiera estado teñido con eso, las cosas hubieran sido diferentes. Me quitó dinero, tiempo, amor. Si volviera atrás, no lo haría de vuelta.

¿Cómo zafaste del quilombo?

–Me cansé. El cuerpo se fue cansando, no soporté más el día siguiente. Hoy disfruto los domingos de una manera increíble, y cuando lo pierdo, porque me acuesto muy tarde o toco, y a veces es inevitable tomarse unos tragos, no me gusta y me siento mal. Disfruto las mañanas, cosa que antes no tenía, y también una se busca parejas acorde con el momento. Mi pareja actual no me bancaría el descontrol. Mirá, en un momento tuve una pareja durante cuatro años, una pareja súper caótica y tóxica, de esas que te rompen la cabeza y no podés zafar. Y yo lo único que quería era tranquilidad; y eso era lo menos que había en mi vida, por eso me escapé.

¿Hace cuánto estás en pareja?

–Dos años. Venía de estar largo tiempo sola, cosa que no me pasaba desde hace 20 años, y de repente, cuando ya me estaba acostumbrando a estar sola, zácate. Pero no es lo mismo el amor después de los 40, porque buscás otra cosa. Ella es una mujer de mi edad, no una jovencita. Y tenemos los mismos objetivos, una vida muy tranquila. La tranquilidad no tiene precio, sentirme en paz, que no significa estar tirada pachorrienta.

¿Extrañás el éxito que tenías con las Blancanblus?

–Sí, se extraña. Estoy intentando volver, no sé si a eso porque las reglas del juego han cambiado muchísimo, y hay que adaptarse a como están las cosas ahora. La economía es muy distinta y las necesidades de consumo también son diferentes. Los grupos ahora están enfocados para niñas de 15 años o jóvenes rolingas, no para gente adulta, y nosotras hacíamos música para gente grande. No hay mucha apertura ahora. La gente que hace la música que hago yo no tiene tanta cabida dentro de las compañías. Aunque los bluseros están. En especial en el Oeste: hay una cantidad increíble de músicos. Hay zapadas en varios lugares, aunque no sé dónde se juntan.

No sos exactamente el modelito de corista de nuestra sociedad. ¿Te discriminaron por eso?

–Todo el tiempo. Lo sentís en todos lados, incluso esta silla donde estoy sentada en este bar es incómoda. Nunca voy a saber si alguna vez alguno dijo “no la llamemos a esta mina por gorda”, es como ser lesbiana. No me lo han dicho así de directo. Pero no te llaman. Se buscan otros carriles. Pero arriba de un escenario jamás me gritaron “gorda”, y mirá que hemos tocado hasta con Pappo. Y eso que el rock tiene un ambiente densamente machista. Las primeras mujeres del rock argentino son “mujeres de”, aunque en muchos casos eran muy talentosas. Hay que esperar a Claudia Puyó o Celeste Carballo para que no sean mujeres de nadie, con una polenta de la concha de su madre. Igual, que me griten lo que quieran, no me interesa: torta, gorda, puta, no son insultos para mí. Yo soy mujer y hago música, no soy ama de casa de día y a la noche canto, como decía María Rosa Yorio cuando yo era adolescente. Si te salís de ese estereotipo, sos una puta.

Leonor Silvestri
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