sábado, 6 de septiembre de 2008

Se fue un auténtico mago de arte


En la deslumbrante marquesina del espectáculo porteño, una luz acaba de apagarse. Una luz que equivalía a muchas. Otras habrá, sin duda, pero ninguna será como ella. Porque Eduardo Bergara Leumann, que murió ayer en Buenos Aires, fue un ser único, irrepetible, que pasó por la vida irradiando luz: de inteligencia, de ingenio, de sensibilidad, de inagotable generosidad. Su creación más notoria ha sido La Botica del Angel, un singular café-concert donde, a partir de los famosos años sesenta, no sólo convocó a artistas consagrados sino también y muy especialmente a jóvenes aspirantes al reconocimiento público. Muchos famosos de hoy comenzaron su carrera al amparo del "Gordo" Bergara, cuya imaginación no tenía límites al presentar a sus artistas: ¿quién olvidará a la Tana Rinaldi cantando tangos mientras Antonio Berni, o Raúl Soldi, le pintaba en escena el vestido? O el desenfado con que el dueño de casa exponía a las figuras conocidas que visitaban La Botica, examinando en público el contenido de sus carteras, o haciendo comentarios agudos sobre sus tics profesionales.

Aquella fue la primera Botica, en Montserrat, demolida al continuarse las obras de la Avenida 9 de Julio. Pronto encontró Eduardo -tras andanzas europeas que incluyen una participación en Roma de Fellini- una antigua iglesia protestante, seudogótica, en la calle Luis Sáenz Peña, que él transformó en algo muy difícil de describir: un casi inextricable laberinto de pasillos, escaleras, patios, salas, salitas y salones, donde acumuló un formidable acopio de recuerdos que rinden homenaje a sus amigos y a los artistas a los que admiraba. Como en un cuento de Henry James, podría decirse que son altares laicos donde las fotografías, los autógrafos, las ropas y los objetos personales -y hasta cuadros, grabados, cerámicas y esculturas de firma- rinden culto a multitud de personajes. Un verdadero museo de incalculable valor material; un enorme relicario donde late el corazón de la ciudad; un improbable santuario, único en el mundo.

En los últimos años, debe de haberle resultado doloroso a su corpachón el trasladarse por las empinadas escaleras rumbo a sus habitaciones en la terraza, donde vivía con sus gatos rechonchos, atiborrándose de golosinas que los médicos le habían prohibido y que a él -infante eterno y glotón- le fascinaban. Infaltable en todo acontecimiento notorio, transportado por sus fieles ayudantes en silla de ruedas, daba a la reunión un aporte de alegría y desparpajo. Y si a su implacable lucidez no se le escapaba un detalle criticable, lo hacía con gracia y elegancia incapaces de suscitar rencor. Durante varios años condujo un programa de televisión, La Botica del Tango , donde mostró el ingenio que lo caracterizaba, no sólo en la réplica mordaz sino también en la belleza de sus escenografías, a menudo improvisadas sobre la marcha con lo que tenía a mano. Su último trabajo en ese rubro fue para el actual espectáculo de Marikena Monti, en el Maipo ( Viejitos chotos ).

Si Alberto Greco definió al hombre como "el lugar donde la magia sucede", de Bergara Leumann bien puede decirse que "fue el hombre que hizo posible la magia". ¿Qué será ahora de su palacio encantado?

Ernesto Schoo

El adiós a Eduardo Bergara Leumann
El hombre que hizo de su vida una celebración


En el día de su cumpleaños número 76, rodeado de obras propias y ajenas, afiches, esculturas, toda clase de elementos escenográficos, recuerdos y muchos proyectos atesorados, Eduardo Bergara Leumann falleció a las 5 de ayer en su casa de Luis Sáenz Peña 541, la famosa Botica del Angel, debido a un paro cardiorrespiratorio.

Fue una figura multifacética, creativa, innovadora, que dejó un sello original y único en la vida cultural porteña, sobre todo durante la década del 60, y que supo enriquecer sus múltiples facetas artísticas con la popularidad que le dio la televisión. Su vida quedó tan unida a su gran creación, la Botica, que transformó ese centro de encuentro y permanente estímulo cultural en su propia casa.

Había nacido el 5 de septiembre de 1932 en esta capital y hubo pocas cosas que disfrutara más que reírse de sí mismo. "Caprichosamente no me exceptuaron, pues era hijo único de madre viuda, pero adujeron que yo no era sostén para ella... Ridículo. Si alguien puede ser sostén de alguien o de algo, ése soy yo", dijo una vez al recordar cómo llegó a cumplir con el servicio militar en una oficina administrativa de la Fuerza Aérea.

El empeño por contagiar esa actitud a los demás definió en buena medida su carrera artística. Para algunos, Bergara Leumann no iba más allá del modo pintoresco -y a veces estrafalario- que elegía para presentarse, de su simpatía a toda prueba y, más que todo, de ese eterno sobrepeso del que también solía burlarse. "Es inútil tratar de reducir esos kilos de más. La ansiedad, el aburrimiento y el ser hijo único siempre pueden más que mi voluntad", señaló en 1983, quizás adelantándose a los crecientes padecimientos que debió soportar en los últimos años por culpa de la obesidad.

Irreverencia, desenfado, disparate, humor desprejuiciado y agresividad inofensiva para con sus invitados eran palabras que casi nunca faltaban cada vez que LA NACION publicaba críticas de sus espectáculos. En ellos, se mezclaban creativamente las artes plásticas, el teatro, la música, la danza y el espíritu temprano y renovador que nutrió los orígenes del café concert.

El punto de partida de la carrera artística de Bergara Leumann fue el diseño de vestuarios. Cumplió esa tarea en varios largometrajes de nombre ( La cueva de Alí Babá , La sombra de Safo , Libertad bajo palabra , El hombre de la esquina rosada ) entre 1954 y 1966, año en que nació la criatura más perdurable y notoria de toda su carrera: la Botica del Angel. También en las comedias musicales Caramelos surtidos , de Discépolo, y en Buenas noches, Carina .
Espíritu emprendedor

Ubicada en su primera etapa en Lima 670, donde hoy se encuentra una de las plazoletas de la avenida 9 de Julio, la Botica fue resultado de la creatividad y el espíritu emprendedor de su autor: en manos de Bergara Leumann, dejó de ser un templo metodista para convertirse en un espacio multiexpresivo en el que casi no había límites entre el público y los artistas, y donde cualquier espectador estaba expuesto a subir al escenario en cualquier momento, voluntariamente o no.

Allí debutó como cantante Susana Rinaldi, con una presencia escénica que, según dijo entonces LA NACION, "tenía la virtud de desacartonar al porteño", rodeada de cuadros y trabajos de grandes plásticos locales (Soldi, Forte, Berni, Seoane y Cañas, entre otros), una constante de las creaciones de Bergara Leumann junto con varios infaltables elementos escenográficos: verjas coloniales, faroles, leyendas fileteadas e innumerables figuras de ángeles y querubines pintados o hechos de yeso.

Gracias a la Botica, Bergara Leumann dejó de dedicarse sólo al vestuario y a las escenografías, y se transformó en un showman hecho y derecho. Sus producciones, en las que nunca faltaban pinturas, champagne, poesías, bocaditos, música y danza, alcanzaron su apogeo en 1969, cuando reunió a Rinaldi, Jovita Luna y Mercedes Sosa. Todo tenía su sello, hasta esas divertidas apariciones suyas con ropa multicolor, flequillo y peluca con las que encarnaba el espíritu festivo de los happenings, tan populares por entonces, en películas como El extraño del pelo largo .

Llevó todo eso a Europa, adonde se fue a vivir en 1973, luego de soportar la mudanza de la Botica original a un solar de la calle Luis Sáenz Peña, donde no repitió todos los éxitos anteriores y debió sobrellevar hasta un par de atentados. Instalado en París, tomó contacto con todo el mundo cultural de su tiempo. Y sorprendió a muchos al aparecer con alguna frecuencia en el cine: llegó a trabajar con Fellini y se prestó a la controvertida Calígula , de Tinto Brass.

Regresó a Buenos Aires en 1980 para iniciar una nueva etapa, en la que recuperó el antiguo espíritu de la Botica, pero ya adaptado al lenguaje televisivo. Botica de tango , con varias temporadas exitosas en el aire, mostró sobre todo un cuidadoso e infrecuente tratamiento visual, al que se sumaba el aporte de destacados solistas y cantantes, que dejaban lo mejor a través de un desfile en el que confluían clasicismo y renovación.

"Yo me ocupo de todo: desde los dibujos hasta los trajes y el último detalle de utilería. Es un programa artesanal; está hecho con imaginación. Todo lo que se ve es cartón pintado y telas", decía Bergara, que lucía allí vistosos chalecos y sombreros. De él también dependían los libretos y la puesta en escena de un exigente ciclo que estrenaba cada semana una nueva producción.

Bergara Leumann fue un personaje único, que hizo de su vida una celebración y mantuvo hasta el final, siempre en alto, el espíritu de la Botica, que queda a partir de hoy -de acuerdo con su última voluntad- al cuidado de Cáritas, para que funcione como museo. "El hombre de Buenos Aires nació gris; por eso le puse color", confesó en 2002 quien se animó a pasear disfrazado de ángel porteño por los jardines del Palacio de Buckingham y que vio frustrado el sueño de ser el profesor de tango de Michael Jackson.

Sus restos serán velados hasta las 10 en la Casa de la Cultura porteña, Avenida de Mayo 575, y serán inhumados hoy en el Panteón de Actores de la Chacarita.

Marcelo Stiletano

Una triste y sentida despedida

Nació y murió el Día del Lunfardo porteño. Marikena Monti, una de sus amigas, se acercó, ayer a la mañana, a la Botica del Angel para despedirse, antes de que trasladaran sus restos a la Casa de la Cultura. "Lo recuerdo sentado, trabajando en la escenografía de mi espectáculo; dirigiendo a dos estudiantes jóvenes, marcando los perfiles, en negro y en dorado", describió quien mantuvo contacto con el artista hasta sus últimos y ya apagados días. "La vida sin Bergara va a ser distinta. Habrá un antes y un después del gran maestro de mi vida", compartió.

"Tomaba doce pastillas por día; tenía artritis, diabetes, artrosis y la lista sigue -enumeró su fiel asistente José Luis Larrauri-. El creía que no iba a llegar a los 76, pero lo logró por cinco horas."

El ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, se acercó y dijo: "Era un gran experimentador y curador de la ciudad. En la Botica estaba la selección de lo mejor de Buenos Aires. Mezclaba la transgresión con el respeto: una combinación inolvidable". Al llegar, Mirtha Legrand dijo: "Murió en la Botica, aquel lugar extraordinario, que era lo que él quería".

Victoria Pérez Zabala
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