sábado, 20 de septiembre de 2008

Celeste Carballo prepara su disco de tangos


A los 51 años lanza "Celos", un disco grabado en vivo, integrado mayormente por tangos propios y ajenos. Critica a los que se acercan al género por esnobismo. Y dice que sigue sintiendo como rockera.

El auto avanza a los tumbos entre el empedrado y los baches de La Boca. Haciendo juego con el paisaje, el estéreo escupe, a todo volumen, tangos. Celeste Carballo maneja y superpone su suave voz en vivo a su potente voz grabada: hace observaciones sobre los temas, elogia a sus músicos, explica por qué también ella decidió grabar un disco de tangos. En esa historia hay dos claves: los almuerzos domingueros y Daniel Melingo.

"En la mesa familiar de la quinta, los domingos, todos cantábamos. Yo soy la menor de ocho hermanos: cada uno de ellos tenía su repertorio de tango. Eduardo era el más gardeliano; Gabriel tiraba para Goyeneche; Dora tenía una voz argentina, brillante; Violeta era onda el tango de los '70; a Graciela le gustaban los más románticos... Todos tenían su personalidad definida y diferente. Yo cantaba tangos de Julio Sosa, y me sabía los de Eduardo porque lo escuchaba siempre.

Pero sentía que era la música de ellos: lo veía como un terreno prohibido. Hasta que, en el 2000, Dany Melingo me abrió la puerta: empezó a grabar sus propios tangos y me invitó a cantar en un show. Y yo, que había cantado toda la vida en mi familia, tuve un bandoneón al lado por primera vez. Fue muy movilizador. Y me empecé a acercar al tango como compositora: él me dio el permiso que yo no me daba. Fueron ocho años de desarrollo".

Entre Celesteacústicados, su último disco, de 2004, y hoy, Celeste Carballo estuvo reacomodándose. "Tenía mi lugar de ensayo en San Telmo cuando los alquileres se triplicaron. Se terminó mi contrato y chau San Telmo. Estos años me dediqué a a recuperar mi espacio vital, ponerme al día con los impuestos... Tuve que reacomodar mi vida junto con la Argen tina, como todos". También giró por el país y, claro, trabajó en Celos, este disco de tangos. "Pero yo no me disfrazo de tanguera", aclara con el índice en alto. Como si hiciera falta: pelo teñido de negro, remera negra de los Ramones, jeans negros, botas negras: si hubiera un disfraz, sería de rockera.


¿Por qué la aclaración?

Porque me desagrada cuando lo veo en otros. Yo no me hago la canyengue, la tanguera. Hablo desde mí, ahora, aquí. Que quede claro: hago la música desde mí.

Hablabas del tango como terreno prohibido. ¿Te daba miedo el ambiente?

No, no sentía que fuera mi lugar de pertenencia. Yo cantaba blues, el tango era la música de mis hermanos mayores. Era algo personal, generacional. No era una cuestión profesional: nunca tuve una visión de marketing, temor de cómo lo iban a recibir. No pienso en los demás cuando estoy haciendo una canción: es una conexión cósmica que fluye.

¿Y por qué de repente empezaron a fluirte tangos?

Porque Dany Melingo me mostró que ese lugar estaba disponible y que sí me pertenecía. Porque soy porteña, crecí con el tango, admirando a Piazzolla, viví 25 años en San Telmo escuchando tango y el asfalto. Cuando supe que era un idioma que me pertenecía, escribí 14 textos en una semana.

Hasta ahora habías grabado un par de tangos y decías "El tango es mi amante, no me voy a casar con él". ¿Este disco es el anillo de compromiso?

No, ni ahí, sigue siendo mi amante. Lo que pasa es que ahora se enteró todo el mundo. Pero anillo no tengo con nadie. Igual, tengo un montón más de tangos. También tengo un disco de rock para sacar en cualquier momento.

O sea que no dejás el rock.
Es que no puedo dejar mi propia piel. No me la puedo quitar.

Omar Mollo dice que la frivolidad del rock está bien durante un tiempo; Iván Noble, que el rock es una situación hormonal. No es lo que te pasa a vos.

No es lo que me pasa a mí y no es lo que le pasa a Mick Jagger. ¡¿Qué hormonal?! No: la música te elige a vos, uno no la elige. Yo tengo una actitud natural para el rock. Aunque haya compuesto baladas, las canto con una postura emparentada al rock, no a la canción melódica. Uno no se puede divorciar de sí mismo.

¿Cuál es tu teoría sobre el auge del tango en los últimos años?

Será porque nos hemos empezado a mirar con nuestros propios ojos. Es crecimiento cultural.

¿Y qué les dirías a los que hablan de oportunismo?

Que traten de hacerse millonarios tocando tango: misión imposible. Acá juega el de la zurda, el corazón. Es expresión, identidad. Soy porteña, nací en Devoto. ¿A quién le voy a cantar? ¿A la Virgen de la Candelaria? Hasta en el blues le canté a Buenos Aires, con Para salir de Devoto.

Pero hizo falta la mirada de los extranjeros para valorar al tango.

No creo, porque antes de la explosión del 2001, que fue la que trajo el turismo, ya había bandas tocando tangos. Si no, Melingo nunca hubiera existido. Lo que pasa es que en los '80 el tango no nos dejaba acercarnos. Por el lado de Piazzolla, era infranqueable. Y por el otro estaba aletargado, con un repertorio que no se renovaba.

¿Quién va a escuchar estos tangos?

Mi público es muy polimorfo, muy raro. Son todos, no es nadie... No se sabe quién es. Tengo casi 52 años y mucha gente de mi generación me saluda por la calle. Me dicen "antes iba siempre a tus shows, pero ya soy grande, no estoy para el rock". Ellos tienen una excelente oportunidad de estar en mi show y de comprar este disco.

¿Te deprimen los vaivenes de público?

No, yo merezco ser feliz, y lo soy. Es un devenir. Las entradas se venden: quién las compra, no sé, pero después recibo cataratas de mails llenos de emoción.

Ahora están de moda los regresos: Soda Stereo, Cadillacs...
Te ahorro la pregunta: yo miro hacia adelante, no hacia atrás. Amo el ir, siempre voy a estar yendo hacia alguna parte, nunca voy a volver a ningún lugar. Tengo muchas cosas nuevas para hacer. Lo que ya hice, bien hecho está. Si quieren regresar, busquen los discos. Yo sigo adelante.

Diario Clarín de Argentina

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