miércoles, 27 de septiembre de 2006

Klaus Wowereit podria ser el primer canciller homosexual


Klaus Wowereit, que celebró su reelección como alcalde de Berlín junto a su novio Jörg, se postula como candidato socialdemócrata para enfrentarse a Merkel

Klaus Wowereit tiene 52 años, es dueño de un carisma arrebatador, ama las fiestas y goza del raro privilegio de ser el primer político de peso en Alemania en haber salido voluntariamente del armario. «Soy maricón y eso está muy bien», dijo hace ya cinco años en la convención que debía aclamarlo como candidato al cargo que actualmente ocupa.

Nadie duda de que el jefe del Gobierno regional de la ciudad-estado de Berlín es uno de los políticos más populares de la república. Más aun tras su reelección la semana pasada, que le ha convertido en la estrella emergente de su partido, el viejo SPD (Partido Socialista alemán).

Pero el éxito de Wowi, como llaman con cariño sus admiradores a la nueva promesa del partido, miembro de esa especie casi en extinción de líderes socialdemócratas capaces de ganar elecciones, además de alargar su permanencia en el cargo otros cinco años, fue algo más. Y algunos empiezan a especular con su candidatura a la cancillería.

«Y eso está muy bien»

En la noche de su triunfo, el político se presentó ante sus seguidores junto a su compañero sentimental, el neurólogo Jörg Kubicki, a quien, al igual como lo hacen los políticos heterosexuales, abrazó cariñosamente, en una imagen que impactó a la prensa germana. El gesto no fue gratuito. Durante la campaña, su rival democristiano, Friedbert Pflügert, agobiado por las encuestas, intentó ganar votos con una frase maliciosa: «Berlín tiene necesidad de una primera dama». El domingo pasado, Wowereit evitó darle un beso a su novio, pero contestó de manera contundente a su adversario: «Querían una primera dama. Nosotros tenemos a Jörg y eso está muy bien», recordó la coletilla utilizada el día que se reconoció su homosexualidad.

La anécdota no inquietó a la socialdemocracia, tampoco causó preocupación en Berlín, una ciudad con fama de tolerante y centro del movimiento gay germano. Pero la visión de Wowereit y Kubicki abrazados en un escenario político no pasó desapercibida para el poderoso Bild, periódico más vendido del país, que dedicó una portada al tema. «¿Será Wowi el primer canciller homosexual? -titulaba bajo una foto de los dos-. Muchos de sus amigos en el partido ya lo ven como el sucesor de Angela Merkel», añadía. Cuando un candidato tiene éxito en las regionales, la prensa y sus respectivos aliados lo consideran de inmediato predestinado para tareas de mayor envergadura. Y Wowereit repitió hasta la saciedad durante la campaña, que en el caso de una victoria deseaba ocupar nuevos cargos de responsabilidad en su propio partido y tener algo más que decir de lo que había dicho en los últimos cinco años.

Debates de salón

«La discusión que anima a todos los políticos de la capital gira en torno a una pregunta -anotó die Zeit-, ¿Puede un político homosexual en Alemania aspirar a un cargo de alta responsabilidad e incluso llegar a ser canciller? La capital y sus electores ya dieron una respuesta categórica. Los berlineses han aceptado mayoritariamente que su alcalde sea homosexual y que encabece la marcha anual del Christopher Day, la mayor fiesta gay de la ciudad». Pero Wowereit, que a lo largo de sus años al frente del Gobierno de Berlín ha repetido infinidad de veces que él no hace política gay, sino que es un homosexual que se dedica a la política, deberá vencer una barrera casi infranqueable. A nivel nacional, los candidatos gays no gozan de mucha popularidad y por eso no es de extrañar que, aparte de él, sólo dos cargos importantes hayan salido del armario: el alcalde Hamburgo, Ole von Beust, quien nunca menciona en público su condición sexual, y Guido Westerwelle, presidente del partido Liberal, quien se deja fotografiar en las fiestas al lado de su compañero sentimental. Aún es pronto para predecir el futuro de Klaus Wowereit y a pesar del debate que apasiona en los salones de la capital, las declaraciones de sus amigos a favor de una hipotética candidatura y de sus propias ambiciones, el alcalde de Berlín deberá vencer un primer gran obstáculo el próximo año si desea seguir soñando con desafiar a Angela Merkel: ser elegido vicepresidente del SPD.

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